Se ha convertido en una de
las propuestas de ley más habladas y polémicas de la historia de la legislatura
de EEUU: la ley SOPA o Ley H.R. 3261 fue presentada en el
congreso el 26 de Octubre de 2011 con el fin de frenar la creciente oleada de
descargas de contenidos ilegales de la red. Así bien, poco se oyó hablar de
esta propuesta hasta que nos afectó a todos, y con esto no me estoy refiriendo
exclusivamente al cierre de Megaupload, pues soy consciente de que hay aún
gente que prefiere comprar un CD de música o un libro (pese a sus elevados
precios, debo añadir) que bajarlos de internet con un simple clic. Aparte de
este ambiente de terror entre las páginas de descargas, también tenemos que
añadir la parte de la ley que habla del “streaming” de contenido con derechos
de autor, es decir, todas esas páginas utilizadas para escuchar la radio o ver
programas de televisión de forma gratuita que pasarían al cajón de los
cigarrillos en la oficina.
La ley SOPA y su compañera PIPA no han sido
aprobadas aún, pero sus efectos se muestran ya antes de que se ponga la firma
en el papel; por mucho que quieran decir que estos dos proyectos no tienen nada
que ver con los cambios que se están produciendo en el mundo virtual, creo que
es como una especie de ensayo para mostrar a los opositores las “ventajas” que
tendría su aprobación, pues no han
encontrado otra forma de hacer unánime el “sí” en el parlamento de Estados
Unidos.
Todo el mundo se paralizó el día del cierre de la
grandísima empresa Megaupload; el gobierno y los efectivos policiales
comenzaron una búsqueda sin descanso de contenido ilegal para eliminarlo, las
páginas aún existentes buscaron métodos para protegerse y algunas incluso anunciaron
el cese en el intercambio de datos. Desde las grandísimas Fileserve hasta los
pequeños blogs de literatura juvenil empezaron a verse afectados, bien porque
tenían enlaces en el sitio web o por amenazas de cierre de sus páginas.
Una tontería a mi parecer que todos los medios y el mismísimo gobierno de los
Estados Unidos no fuesen capaces de cerrar la boca mientras se llevaban
esposado a Dotcom, tanta gloria y excitación por una normativa que resulta
ridícula por varios motivos. ¿Saben ustedes como está afectando esto a muchos
usuarios de Youtube? Se cuentan a miles los vídeos que hay en la red utilizando
canciones (o incluso frases de canciones), que no proporcionaban ningún enlace
de descarga ni hacían mal uso del material multimedia, que han sido eliminados.
Me pregunto
si incluso llegará el momento en que los niños de primaria tengan que pagar por
cantar las canciones del verano mientras saltan a la comba en el parque… El
ansia de las editoriales, las discográficas y todas las compañías dedicadas al
arte de proteger lo que “es suyo” se está volviendo imparable. ¿No sería más
fácil, señores ministros, poner regulaciones a los precios del material digital
para que no se excedan? Si repasamos la lista de precios, actualmente un libro
te cuesta incluso 5 euros más que hace cuatro años, y mucha gente no está
dispuesta a comprarlo por muy fan que sean del autor si lo pueden tener en menos de cinco minutos
de manera gratuita.
Debemos tener
en cuenta que Internet ofrece un sinfín
de posibilidades y creo que siempre se encontrará un modo de burlar las normas.
Por tanto, lo que se está haciendo me parece una pérdida de tiempo y dinero,
cuando lo que creo que de verdad ayudaría sería apoyar a esas páginas legales
que ofrecen descargas de multimedia a precios módicos; esas que apoyan la
continuidad de la era de las innovaciones tecnológicas, porque aunque la época
del papel y los discos de doble cara han sido muy tiernos, ha llegado la hora
de seguir adelante. Quedarse atascado en el pasado intentando rescatar lo que
ya está medio muerto es algo inútil, es como combatir misiles nucleares con un
ejército armado con cuchillos de plástico.
ELENA ROMERO